LSD: La droga que cambió el mundo [documental]

Cuando Albert Hofmann descubrió el LSD no imaginó ni las propiedades enteógenas de la sustancia ni el impacto espiritual que tendría en su siglo. La dietilamida de ácido lisérgico abrió «las puertas de la percepción» a una sociedad sin raíces, que no poseía ningún sistema espiritual que explicara los estados alterados de conciencia.

El documental de la Deutsche Welle «LSD: La droga que cambió el mundo» narra la historia del alucinógeno: desde su extracción del ergot de centeno en un laboratorio de Basilea, Suiza, hasta su criminalización y prohibición durante la década de los sesentas en los Estados Unidos. El documental enfoca el testimonio de Albert Hofmann, quien atestiguó desde lejos los estragos de su «hijo problemático».

Ningún enteógeno, por sí mismo, es causa de demencia, psicosis, ansiedad o violencia. Tras su descubrimiento, el LSD se usó experimentalmente: primero hubo que descubrir sus propiedades, luego se usó en la búsqueda psiquiátrica de una cura para la esquizofrenia, e incluso llegó a ser usado por la CIA como «suero de la verdad». Sin embargo, el uso recreacional detonó la popularidad del LSD. Hofmann opinaba que la droga —y la experiencia que la acompañe— es demasiado poderosa, quien la use debe tener cierta preparación (podría decirse estabilidad psicológica o preparación espiritual, pero sobre esa «preparación» no se puede decir nada concluyente).

La opinión de Hofmann divergía de aquella de algunos hippies norteamericanos, que llegaron a creer que el LSD debía ser probado por todo el mundo. Durante los sesentas el LSD estaba en boca de todos. Podría decirse que el LSD —junto al amor— fue el corazón del movimiento hippie. Los sesentas respiraban ansia de cambio: cambio de las formas de producción y repartición de la riqueza, cambio de la Guerra Fría y la Guerra de Vietnam hacia una época de paz, cambio de la visión general que el humano tiene de la realidad. En el corazón de los sesentas latía la necesidad de un cambio espiritual que el LSD fue capaz de despertar.

Timothy Leary, catedrático de Harvard en el área de psicología, fomentaba el descubrimiento espiritual con el LSD como su sacramento. Las experiencias religiosas y místicas provocadas por el LSD pueden ser fenomenológicamente indistinguibles de las experiencias místicas descritas por las grandes religiones del mundo y por civilizaciones antiguas. Tanto Hofmann como Leary visitaron la sierra mazateca para investigar más; ahí conocieron a María Sabina. Los rituales con hongos de los mazatecos fueron una confirmación para ellos: las sustancias enteógenas pueden ser la llave para acceder a una conciencia superior. El prolífico escritor Aldous Huxley lo atestiguó también —y también visitó a la chamana Sabina—, y después de probar la carne de los dioses escribió «Las puertas de la percepción», título inspirado por las líneas de William Blake:

«if the doors of perception were cleansed everything would appear to man as it is, Infinite. For man has closed himsef up, ‘till he sees thro’ narrow chinks of his cavern»

Existe una delgada línea entre alucinación y espiritualidad. Esa línea es una definición arbitraria impuesta por (pre)juicios de valor. Esos juicios son impuestos por la misma sociedad que prohibió el LSD porque «creaba ciudadanos desobedientes»; y nosotros mismos podemos juzgar las drogas y las experiencias a través del mismo crisol. No hay que olvidar: tanto la bondad como la realidad pueden tener aspectos distintos dependiendo de nuestra posición en el mundo, justo como las estrellas y el paralaje. ¿Cómo saber si nuestra postura es la adecuada? Tal vez la respuesta se encuentra sólo atreviéndonos a cuestionar nuestra propia realidad, y muy posiblemente esa respuesta no sea proposicional, decible; tal vez esa respuesta fluye más allá de los límites de la razón con la que interpretamos nuestra propia realidad.

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Aquí el documental en Youtube:

LSD: La droga que cambió el mundo

Artículo por Daniel Márquez Lima